Shinta Utami, Un Viaje en Silla de Ruedas

Shinta Utami, una mujer dura del sur de Yakarta, viajó de Jogjakarta a Yakarta en 2017 con una silla de ruedas modificada.

El propósito de este viaje fue crear conciencia sobre las personas con discapacidad y la accesibilidad, al mismo tiempo que recaudó fondos para su siguiente aventura. Nos cuenta la historia.

Comencé a usar una silla de ruedas en 2016. Ha sido una montaña rusa emocional. Era como mi peor pesadilla hecha realidad, porque mi mayor temor era no poder caminar de nuevo y terminar en una silla de ruedas de por vida. Pero tengo que usar una silla de ruedas para evitar que mi condición empeore.

Empecé a investigar en Internet sobre sillas de ruedas y cómo mantenerme activa mientras uso una. Tras informarme supe que no sería el fin del mundo cuando tuviera que usarla. Todavía puedo caminar un poco, pero mi tobillo izquierdo se inflama y me duele mucho. Tengo tres ligamentos desgarrados y el médico me sugirió una cirugía, pero no estaba seguro de si lo solucionaría o si me causaría más problemas. No quise arriesgarme y opté por una silla de ruedas.

Al principio no sabía nada acerca de sillas de ruedas, así que empecé a preguntar por ahí para tratar de encontrar información. La mayoría de los usuarios a quienes pregunté eran similares a mí, es decir, discapacitados y tampoco sabían casi nada. También descubrí que muchas personas, que todavía podían caminar un poco, como yo, descubrieron que después de haber comenzado a usar una silla de ruedas no podían volver a caminar porque su músculos se debilitaban cada vez más, hasta que finalmente perdían su capacidad de andar.

En mis andares me percaté de que la mayoría de las personas con discapacidad en Indonesia no están activas y permanecen confinadas en sus hogares. Esto es bastante triste. Después de que empecé a usar una silla de ruedas el mayor problema que encontré es que la mayoría de los lugares no tienen acceso para discapacitados. La mayoría de las aceras y edificios en Indonesia no son accesibles para sillas de ruedas. No es de extrañar que la mayoría de las personas con discapacidad permanezcan confinadas en sus casas.

Me prometí a mí mismo que me mantendría activa aunque usara una silla de ruedas. Entonces tuve la loca idea de llevar mi silla de ruedas de Yogyakarta a Yakarta. La primera vez que se me ocurrió esta idea todos a mi alrededor pensaron que estaba loca y me decían que lo olvidara porque sería muy peligroso y parecía imposible.

En mi anterior viaje en motocicleta, cuando estaba en Aceh, escuché acerca de un tipo que hizo un rickshaw de Aceh a Yakarta. Su nombre es Scott Thompson. Busqué en Google sobre él y resultó que había hecho cosas increíbles, que cruzó el desierto del Sahara y corrió de Bali a Yakarta para una organización benéfica. Siempre quise vincular mi viaje a la caridad, pero no sabía cómo. Entonces me puse en contacto con él. Para mi sorpresa, me respondió. No esperaba que me respondiera tan rápido porque sabía que era una persona ocupada y bastante famosa. Nos reunimos y le conté mi idea y él fue la única persona que me apoyó en ese momento. Más tarde se convirtió en mi mentor y me apoyó mentalmente durante el proceso y ayudó a financiar el viaje. Wisma Cheshire, un hogar para personas con discapacidades, también me apoyó durante este viaje.

Así que me entrené todos los días, con la silla de ruedas que uso normalmente, para cumplir mi plan de hacer un viaje en silla de ruedas de 530 km. Pero la mía no era adecuada, así que busqué una mejor.

Encontré una compañía que afirmaba que había investigado durante 8 años en países en desarrollo y que tenían sillas de ruedas adecuadas para Indonesia y para mi viaje planeado. Así que compré la silla de ruedas. Estaba muy emocionada. Desafortunadamente que no era tan buena como pensaba, pero la compañía no se hizo responsable. Fue muy decepcionante.

En medio de mi frustración me puse en contacto con mi amigo, quien más tarde me presentó con la comunidad de ciclistas, called Bike Pe’a, en Jakarta. Ellos me salvaron, modificando mi silla de ruedas y financiando mi viaje.

El viaje fue una campaña y también una especie de protesta al gobierno. Quería crear conciencia sobre la discapacidad y la accesibilidad. Comencé desde el ayuntamiento de Yogyakarta, recorrí unos 5 km cuando se rompió la cadena de mi sillas de ruedas, así que el primer día sólo recorrí 23 km (mi objetivo era de 30 km por día).

Descubrí a la mañana siguiente que mi rueda delantera se frotaba con la salpicadera y que por eso la silla de ruedas parecía tan pesada. Dormí en una gasolinera y descubrí, a la mañana siguiente, que me faltaba la rueda de refacción. ¡Demasiado para un sólo día!, pero seguí adelante.

No tuve muchos problemas técnicos después de eso, excepto cuando mis radios se rompieron dos veces, en las carreteras, y debido al mecanismo de la silla de ruedas y la fricción, y la rueda se soldó, así que, cada vez que cambiaba los radios, necesitaba despegar la rueda libre.
En la mayoría de los talleres de mecánica simplemente cortaban la rueda libre y la reemplazaban, soldánndola a las prisas, por una nueva. Tras reiteradas fallas descubrieron que lo que se nececitaba era soldar sin prisas y con cuidado.

Y cuando, en una ocasión sufrí otra descompostura, pero ya en la noche, con todas las tiendas cerradas, los ciclistas de las comunidades llegaron y me ayudaron, y no puedo agradecerles lo suficiente por su generosidad.
Los primeros tres días en la carretera fueron sólo yo y mi silla de ruedas. Estaba muy asustada, pues la mayor parte del tiempo no había aceras y debía llevar mi silla de ruedas en las carretera, junto con autos, bicicletas, camiones y autobuses que parecían estar intentando matarme.

Lo gracioso es que, haciendo el recuento, disfruté mucho conducir mi silla de ruedas y charlar con todas las personas con que me encontraba; algunas se quedaron impresionadas con mi viaje.

Conuje con calma, así que tuve tiempo suficiente para charlar con todas las personas. Muchos me pidieron fotos, así que tuve que detenerme para posar cada 5 minutos, pero fue divertido. También tuve que parar mucho porque en el camino había muchas personas que me ofrecían comida y bebida.

Fue una locura, pensándolo ahora creo que podría haber abierto una tienda con todas las comidas y bebidas que me dieron. Rechacé muchas comidas y bebidas porque no podía llevar tanta comida y bebida conmigo. Necesitaba viajar ligero.

En el cuarto día, una comunidad me encontró en el camino. Sin que yo supiera, compartieron mi viaje con otras comunidades en mi ruta.

Perdí mi libertad de inmediato. Seguí explicándole a la gente que el viaje consistía en la independencia y el desafío de la discapacidad, pero algunas personas de la comunidad no me entendieron y me trataron como si fuera un objeto de caridad.

Me vigilaban por todas partes. Me habían estado siguiendo, incluso cuando les pedí tantas veces que no lo hicieran. Estaba molesta porque cuando me seguían causaban atascos de tráfico y querían empujarme por cada colina, incluso una pequeña.

Realmente aprecié la ayuda que obtuve en el camino, pero este tipo de cosas en demasía hacían que mi viaje pierdiera su significado.

Muchas cosas que me sucedieron en el camino me hicieron darme cuenta de que en Indonesia la gente todavía piensa que una persona con discapacidad es una persona enferma, que siempre necesita ayuda y no puede ser independiente.

Muchas veces las personas me preguntan por qué nadie me ayuda a empujar mi silla de ruedas o por qué viajo sola. Las personas indonesias son extremadamente generosas y de buen corazón, pero esto también puede convertirse en un problema para las personas con discapacidades porque estamos algo mimados.

En la mayoría de los casos, el acceso a edificios públicos o gubernamentales para personas con discapacidades no se proporciona, y cada vez que pregunto a las personas por qué no hay accesibilidad para las personas con discapacidades, me contestaron con “bueno, siempre estamos aquí para ayudar”, pero les digo “¿Y si no estuvieras aquí?”.

La mayoría de las personas, pensando que siempre hay alguien dispuesto a ayudar, sienten que no necesitan crear un acceso adecuado para las personas con discapacidad. Y debido a esta mentalidad las personas con discapacidades no pueden ser independientes.

Trato de hacer todo lo posible para educar a las personas sobre la discapacidad y la accesibilidad en todas partes, porque la mayoría de las personas todavía no entienden y aún piensan que estamos enfermos cuando no lo estamos. La gente aún no ha visto la discapacidad como una diversidad.

Después de unos días comencé a tomar buen paso con mi silla de ruedas. Comencé a hacer alrededor de 50 km por día y mi registro más alto fue de 64 km. Mi plan era terminar mi viaje de 530 km en 20 días, pero lo terminé en 15 días (18 días en total, 15 en las carreteras con 3 días de descanso y arreglando mi silla).

Me detuve en oficinas gubernamentales como alcaldías, estaciones de policía u otros edificios gubernamentales para explicar más sobre la discapacidad y la accesibilidad.

También me detuve en centros de personas con discapacidades y conocí a muchas personas con discapacidades y tuve discusiones sobre el problema que enfrentamos en la vida diaria, especialmente, de nuevo, sobre la accesibilidad.

Este viaje en silla de ruedas fue mi primero, pero estoy bastante segura de que no será el último. Tengo muchas ganas de hacerlo de nuevo, para seguir educando a las personas y crear conciencia sobre la discapacidad.

sacado de www.quetalmexico.com

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